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lunes, 28 de agosto de 2017

LA ANTIAYUDA

En estos tiempos de tanto libro de autoayuda, de crecimiento personal, de pensamiento positivo y de buenrrollismo fundamentalista, el Libro del desasosiego le asesta al lector bien intencionado que se atreva a asomarse a sus interioridades un certero puñetazo a la boca del estómago. Y lo hace desde el primer fragmento... "el corazón, si pudiera pensar, se pararía" y también: "considero la vida como una posada donde tengo que esperar hasta que llegue la diligencia del abismo. Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia"... se puede leer precisamente en ese primer fragmento del libro original. ¿Se imaginan espetándole esto al típico  vecino con el que nos encontramos en el ascensor y que nos pregunta: "¿Qué tal todo?", o nos dice: "Parece que va a llover"...
Pues de la procesión que va por dentro, de eso trata el Libro del desasosiego. Sin concesiones ni treguas. Y autocomplacencia, la justa. Por eso es tan hermoso el canto que le hace a lo efímero del momento. Por eso es paradojicamente tan vitalista.




Pintura de Hermenegildo Sábat


Cuando ayer me dijeron que el dependiente del estanco se había suicidado, tuve la sensación de que era mentira. ¡Pobrecillo, él también existía! Nos habíamos olvidado todos de eso,  tanto los que lo conocíamos como los que no llegaron a hacerlo. Mañana lo olvidaremos mejor.  Pero tenía alma, la tenía, para haber llegado a matarse. ¿Pasiones? ¿Angustias?  Sin duda... Para mi, sin embargo, como para el resto de la humanidad, solo queda el recuerdo de una sonrisa estúpida por encima de una chaqueta de mezclilla, sucia y con hombreras desiguales. Es cuanto me queda, a mí, de quien sintió tanto que se mató de sentir, porque, en fin, no hay nadie que se mate por otra cosa... Una vez pensé, al comprarle cigarrillos, que pronto iba a quedarse calvo. Al final, no le dio tiempo a perder el cabello. Es uno de los recuerdos que de él me quedan. ¿Y qué otro habría de quedarme si este, al fin y al cabo, no es de él sino de un pensamiento mío?
Tengo de repente la visión del cadáver, del ataúd en que lo metieron, de la tumba, totalmente ajena, a la que debieron de haberlo trasladado. Y veo, de pronto, que el dependiente del estanco era, en cierto modo, con su chaqueta desigual y todo, la humanidad entera.

Fernando Pessoa

Libro del desasosiego
Un día en la (no) vida de Bernardo Soares
Antología, Introducción y traducción de Luis Morales

jueves, 10 de agosto de 2017

SIN CARGA NI DESTINO

Vivir una vida desapasionada y culta, al socaire de las ideas, leyendo, soñando, y pensando en escribir, una vida suficientemente lenta como para estar siempre al borde del tedio, lo bastante meditada como para no caer nunca en él. Vivir esa vida alejado de las emociones y de los pensamientos, apenas en el pensamiento de las emociones y en la emoción de os pensamientos. Quedarse plantado al sol, dorándose, como un oscuro lago rodeado de flores. Tener, en la sombra, aquella nobleza de la individualidad que consiste en no exigirle nada a la vida. Ser, en el agitarse de los mundos, como una polvareda de flores a la que un viento desconocido eleva en el aire de la tarde y que el torpor del anochecer deposita al azar en cualquier sitio, indistinto en medio de formas más amplias. Ser esto con un conocimiento seguro, sin alegría ni tristeza, agradeciendo al sol su fulgor  a las estrellas su lejanía. No ser más, no tener más, no querer más... La música del hambriento, la canción del ciego, la reliquia del transeúnte desconocido, las idas y venidas en el desierto del camello sin carga ni destino...


Nada me satisface, nada me consuela, todo -haya existido o no- me sacia. No quiero tener alma y no quiero renunciar a ella. Deseo lo que no deseo y renuncio a lo que no poseo. No puedo ser nada ni todo: soy el puente de paso entre lo que no tengo y lo que no quiero.



Fernando Pessoa
Libro del desasosiego
Un día en la (no) vida de Bernardo Soares
Antología, introducción y traducción de Luis Morales

lunes, 26 de junio de 2017

HACER REAL LA VIDA Y DARLE VALOR

Somos un complejo laberinto de pensamientos, emociones, necesidades, conocimientos y vivencias que necesitan de la voz escrita para ordenarse y entenderse. Hacer real lo irreal a través de cualquier lenguaje escrito. Cuanto más concreta y precisa es la palabra más visual y entendible es la voz. Sin embargo hay formas en el lenguaje y en general en cualquier manifestación artística,  que nos cuesta entender, por estar expresadas de manera, dijéramos,  abstracta o surrealista, poco comprensibles al entendimiento lógico y razonado. Son voces con otra ordenación subconsciente, que requieren de especial sensibilidad y confianza, para su comprensión. Fernando Pessoa las conocía todas, y nos las hizo llegar a través de sus personajes heterónimos. La que muestro a continuación es la de Bernardo Soares. 

Habitaciones junto al mar Edward Hopper

La mayoría de las personas enferman por no saber decir lo que ven y piensan. Se dice que no hay nada más difícil que definir en palabras qué es una espiral: es necesario, se dice, dibujar en el aire, con la mano y sin literatura, el gesto ascendente y ordenadamente enroscado con el que aquella figura abstracta de los muelles o de algunas escaleras se manifiesta ante nuestros ojos. Pero siempre que nos acordemos de que decir significa renovar, podremos definir sin dificultad una espiral: es un círculo que sube y sube si llegar nunca a acabarse. Se muy bien que la mayor parte de la gente no se atrevería a definirla así, porque supone que definir es decir lo que los otros quieren que se diga, y no lo que es preciso decir para definir. Lo diré aún mejor: una espiral es un círculo virtual que se desdobla subiendo sin nunca realizarse por completo. Pero no, esta definición todavía es abstracta. Buscaré lo concreto, y así todo podrá visualizarse: una espiral es una serpiente enroscada verticalmente en torno a nada. 
Toda la literatura consiste en el esfuerzo para hacer real la vida. Como todos saben,  incluso cuando actúan sin saber, la vida es absolutamente irreal en su realidad directa; los campos, las ciudades, las ideas son cosas absolutamente ficticias, hijas de nuestra compleja sensación de nosotros mismos. Son intrasmisibles todas las impresiones salvo si las volvemos literarias. Los niños son muy literarios porque dicen tal como sienten y no tal como debe de sentir quien siente según otra persona. Oí una vez a un niño que, queriendo decir que estaba a punto de llorar, no decía: "tengo ganas de llorar", que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino: "tengo ganas de lágrimas". Y esta frase, absolutamente literaria, hasta el punto de que resultaría afectada en un poeta célebre sí pudiera llegar a decirla, explica sin ambages la presencia cálida de las lágrimas que saltan de los párpados conscientes de la amargura líquida. "¡Tengo ganas de lágrimas!". Aquel chiquillo supo definir bien su espiral.
¡Decir! ¡Saber decir! ¡Saber existir a través de la voz escrita y de la imagen intelectual! Todo esto es lo que en la vida vale: lo demás son hombres y mujeres, amores supuestos y vanidades ficticias, subterfugios de la digestión y del olvido, gentes removiéndose como bichos cuando se levanta una piedra bajo el enorme pedregal abstracto de un cielo azul y sin sentido.

Fernando Pessoa
Libro del desasosiego

miércoles, 12 de abril de 2017

SIN IDEAL NI ESPERANZA DESDE LA BUHARDILLA DE PESSOA



























No soy nada

Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.




Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí…
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como una condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.

Fernando Pessoa

martes, 25 de octubre de 2016

EL GUARDADOR DE REBAÑOS

Christian Schloe

  
De un tiempo a esta parte me acompaña muy a menudo la soledad de la poesía, como decía Fernando Pessoa en El Guardador de Rebaños "me gusta la poesía porqué es mi manera de estar solo". El silencio como el descanso es necesario para el cuerpo, como lo es la quietud de los templos y catedrales para el recogimiento y el encuentro. Hace poco que he descubierto la poesía de Pessoa y me he encontrado con la grata sorpresa del que recibe un regalo y lo va destapando poco a poco y en cada poco encuentra su llave, su puerta, su estancia, su centro. 
Hoy -una de mis palabras favoritas- que siempre es presente, me he atrevido a ponerle voz  a esta gran obra, El Guardador de Rebaños , por tratarse de una de las aventuras literarias más importantes de la literatura universal, según las voces expertas, según mi propio instinto y, sobre todo porqué su poesía me ha llegado al corazón.


Elena


   Audio: Poema El Guardador de Rebaños
            Voz de Elena Larruy

  
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