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miércoles, 30 de agosto de 2017

PONTE A SALVO


ASÍ NO



Bernardo busca entre probetas
la verdad que transforme el mundo.
Cuando no la encuentra, escribe poemas
en papeles reciclados
en cuyo envés hay informes sin reciclar.
Bernardo escucha conferencias o las da,
y cuenta pausadamente
las idioteces por centímetro cuadrado
que algunos profesionales, con corbata,
emiten al exterior como gases venenosos.
Bernardo está enfermo de amor y no lo sabe.
Por eso sigue creyendo
que sólo la sobredosis de poemas
puede cambiar el mundo,
incluso ese en el que los protocolos
indican el grado de canalla
y de especulador, que conviene tener
para seguir siendo triunfadores.

Para Bernardo Santos

Begoña Abad 


La industria farmaceutica necesita enfermos para satisfacer su codicia: nada nuevo. Lo cierto es que cada año van apareciendo enfermedades a las que ponen nombres raros y bautizan como "enfermedades raras", sin nosotros hacernos ninguna pregunta. También aceptamos con naturalidad el aumento progresivo de enfermos que en número y grado va creciendo día tras día. Las patologías que no son raras, las de siempre, se hacen crónicas en muchos pacientes; pero no importa, siempre hay una pastillita que "nos salva", para todo "hay un remedio" que obedientes corremos a buscar a la farmacia, sin nada cuestionarnos.  Tomamos lo que los médicos, con sus protocolos, nos recetan. Y cuando no queda más remedio nos resignamos, o lo ponemos en manos de la providencia o del destino. En todos los casos hay una responsabilidad y sobre todo una reflexión obligatoria: la nuestra.
No está mal que existan las medicinas ni que se tomen, benditas ellas en su justa medida y a su oportuno tiempo, y benditas las buenas prácticas médicas: las de los profesionales que la ejercen con conocimiento, integridad y humanidad, -la de los otros no.
Toda enfermedad tiene una causa, todos nosotros respuestas. Los medicamentos no lo curan todo, dañan nuestra salud cuando se toman en exceso, inadecuadamente o mal recomendados, cuando  se nos convierte en cobayas de sus pruebas y sus malas prácticas.
Las grandes empresas farmacéuticas no piensan en términos de salud ni bienestar, lo hacen como todas las multinacionales en intenciones productivas y de rentabilidad. Ellos crean, en gran medida,  las necesidades, enfermos que les aseguren beneficios con sus enfermedades "cuantos más mejor", también con la gente sana -clientes potenciales que reclutarán- a los que harán creer la conveniencia de consumir determinados fármacos -¡¡¡solo de venta en farmacias, claro, como no!!!- para  ayudarles "en nombre del bienestar y la salud"  "una vida más fácil, despierta y exitosa": falso.
Manejan la falsedad y la mentira "con voces en off creíbles e inductivas como toda la publicidad" con mecanismos, en los que son auténticos expertos y  cuya principal finalidad es mantener el listón productivo en lo más alto del ranking  y asegurarse así suculentos beneficios que den valor a sus acciones -no las benéficas- bursátiles.
Los fármacos y sus componentes  químicos, en muchos casos, lejos de mejorar nuestra salud, la dañan, y nos matan lentamente.  No hay mejor medicina que el conocimiento, y mejor terapia que la responsabilidad,  si no se quiere  "morir a destiempo", por intoxicación o perforaciones varias, por agresiones irreversibles de todo tipo, contraindicaciones, sobredosis, errores por falta de ética y responsabilidad, excesos,  y un largo y prolongado etcétera. Pero si lo que queremos es morirnos de gusto, mi recomendación es:  ingerir sobredosis de música y buenos poemas... también de besos y abrazos. 
Reanímate, despierta, traza un plan y ponte a salvo.   
                                                                                                Elena Larruy



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